EL CUMPLEAÑOS DE DON LUIS: LA ESPAÑA PEREGRINA QUE EN MÉXICO ANIDÓ

por Luis de Llano Macedo OCTUBRE 14, 2021

Mientras los ecos de la hispanofilia y la hispanofobia aún resuenan en los medios de comunicación y a dos días de un polémico 12 de octubre, he querido “empuñar de nuevo la pluma” o más puntualmente ponerme otra vez al frente del teclado y la hoja en blanco para compartir con ustedes esta nota dedicada a la memoria de mi padre, Don Luis de Llano Palmer.

Comenzaré por decirles que siempre me ha parecido que es mejor festejar la vida que conmemorar la muerte; y en esa lógica, hoy 14 de octubre quiero celebrar con ustedes el onomástico de Don Luis, recordando los primeros años de su existencia, desde que ve la luz primera en España, hasta el momento en que llega a México, su patria adoptiva y nace su carrera como personalidad trascendental de la radio, la publicidad, el teatro musical y su máxima pasión de vida, la televisión.

Mi padre nunca fue afecto a dar entrevistas, pero sí fue un incansable narrador de historias. Durante los últimos años de su existencia me di a la tarea de recuperar en la voz de Don Luis, el relato de su vida y entre los croissants que tanto le gustaban, varias tazas de café, su eterno puro, el periódico del día del cual era ávido lector, pero escondiendo mi celular para que no se diera cuenta de mis intenciones de grabar su testimonio, desayuné en innumerables ocasiones con él, pude así conocer más de su vida temprana, recuperar los recuerdos de sus días de guerra, exilio, amores y la crónica de sus muchas batallas existenciales atesoradas en su privilegiada mente, para contárselas al mundo y dejar, como escribiera el poeta Antonio Machado, huella de su camino al andar.

Mi padre me contó que nació en Betxi, una comunidad valenciana de la España mediterránea un 14 de octubre de 1915, en el seno de una familia considerada de la “aristocracia militar” de aquellas épocas. Su madre fue doña Isabel Palmer y su padre el general Don Francisco Llano de la Encomienda, Capitán General de Cataluña, quien, según el relato de Don Luis, “fue un hombre de lealtades a toda prueba, republicano a carta cabal y todo un caballero español de grandes ideales”.

Antes de convertirse en militar, mi padre estudió abogacía en la Universidad de Valencia, gustaba de leer, escribir, actuar e incluso formó parte del grupo de teatro de Federico García Lorca donde compartió el escenario con otra ilustre española exilada en México, a Doña Ofelia Guilmáin; pero antes de graduarse, estalló la Guerra Civil y siguiendo los pasos de su padre y sus dos hermanos se alistó en el ejercito republicano.

Tras 33 batallas, fue herido por la esquirla de una granada franquista. Tenía 20 años y ya era comandante de la división de antiaéreos.

Para el mes de enero de 1939, mi padre tuvo la certeza de que, para él, la tropa que comandaba y el ejercito republicano, la guerra estaba perdida. Tuvo que decidir entre permitir que la soldadesca franquista, apoyada por los aviones alemanes masacraran a los civiles del pueblo fronterizo de Cantallops y a sus propios compañeros de armas o huir hacia territorio francés. Muy a su pesar optó por escapar cruzando la escarpada sierra hacia el puerto mediterráneo de Portbou, viajar en tren primero a Cannes y de allí a París, donde estuvo algunes meses escondiéndose de los agentes de la inteligencia nazi radicada en Francia, y finalmente logró subirse disfrazado de enfermero en un barco mercante con destino al puerto de Mobile, Alabama, en los Estados Unidos de Norteamérica.

Con tan solo un dólar en la bolsa y por azares del destino conoce a los españoles asentados en aquel puerto y logra que gracias a su filiación republicana lo manden en tren y en calidad de exiliado hacia la Ciudad de México.

Mi padre llega a México en 1940 mientras en el planeta ocurre la Segunda Guerra Mundial. La vida en el exilio nunca ha sido fácil, y más aún para quienes se enfrentan a una sociedad polarizada por las corrientes políticas y en nuestro país los españoles recién llegados gracias a la generosidad y el rasgo humanitario del gobierno del presidente Cárdenas no se escapaban de ser considerados “rojillos” y peligrosos agentes de ideologías extrañas; y esta idea no solo era compartida por algunos sectores de la sociedad mexicana, sino aún por los españoles de simpatía franquista asentados en nuestro país.

Los primeros días de mi padre a su llegada a México, no serían la excepción, y estuvo a punto de ser asesinado por el infame Paco Sierra (el autor de uno de los atentados más sonados de la aviación mexicana) quien en un ataque de celos y con la ambición como móvil contrató a un sicario para que lo acuchillara en las escaleras del Teatro Esperanza Iris, propiedad de quien fuera esposa del tenor Juan Palmer, tío de mi padre. 

Don Luis logró sobrevivir al atentado, huyó del teatro y se vio obligado a ganarse el pan trabajando varios meses como guía de turistas y abogado de una funeraria, hasta que un amigo suyo lo puso en contacto con un señor de ascendencia catalana de nombre Enrique Contell, quien era director en la radiodifusora XEQ y le ofreció trabajar como creativo y escritor.

En un día como hoy, pero de 1941, mi padre celebraba su cumpleaños en compañía de sus padres y de mi tío Paco, a quienes logró traer a México, festejando también el éxito de “El Monje Loco”, su primera creación radiofónica que daría inicio formal a toda una labor y trayectoria profesional y de vida que lo definiría como una piedra angular en la historia de los medios de comunicación y el espectáculo en México e Hispanoamérica.

En homenaje a su memoria, y celebrando el día en que mi padre cumpliría 106 años de vida y 80 de carrera, quiero dar a conocer que ya estamos a punto de lanzar bajo el sello de Editorial Del Lirio, mi libro “Crónicas Trasatlánticas, de amores, batallas y otros exilios”, una obra literaria en la cual se narra en la voz de muchos protagonistas que llegaron a nuestro país en aquellos días de migración hispana, pero también con el relato de las varias generaciones de quienes, como yo, somos hijos y nietos de los españoles que en México echaron raíces y dieron orgullosos frutos con su ejemplo y legado.

Quiero finalizar esta nota agregando que entre 1936 y 1942 llegaron a México miles de hombres, mujeres, y niños, a bordo de las embarcaciones de la libertad, como el Sinaia, Ipanema, Mexique o el Flandra.

Ellos, los españoles exiliados en México trajeron consigo cultura, conocimiento y un legado de trabajo, valentía y humanismo invaluables. Ellos fueron, y seguirán siendo mientras perdure su recuerdo, el tesoro de una España peregrina que en México anidó.

 

El tiempo puede pasar y alejarse a la distancia, pero la memoria de lo que fue, lo que es y debe ser nunca, pero nunca, debe de perderse en el olvido.

 

Feliz cumpleaños, hoy, siempre y hasta la eternidad, querido padre.